Corren tiempos en donde mucho espacio de medios escritos, televisivos y virtuales parece ocuparlo las novedades promisorias de las neurociencias, manejadas por gurúes, que generalmente son médicos o biólogos asociados a la biotecnología y multinacionales farmacéuticas, que tienen la intención de mostrar cómo toda la vida podría explicarse a través de ese modelo, y el sufrimiento humano, medicalizarse.
Este tipo de intromisión en la vida cotidiana del común de los mortales con estas novedades, la explica muy bien Miguel Benasayag en su libro “El cerebro aumentado, el hombre disminuido“. Dice el autor : “la tecnociencia nos promete, sin voz ni voluntad, llegar finalmente a un mundo sin límites, fronteras, enfermedad, vejez, estupidez ni pobreza: el mundo del hombre y la naturaleza aumentados. Ningún otro límite existirá: todo es posible y lo que se nos aparece como imposible se entiende como lo que todavía no es posible”.
“Las neurociencias transformaron estos avances al punto donde el cerebro ahora pasó a ser él mismo, el objeto de estudio. Tal vez se pretenda aumentar el cerebro hasta rozar la perfección”. ¿Esto irá en dirección a disminuir al hombre?
Si bien existen autores que sostienen “que el pensamiento se almacena a lo largo y a lo ancho del cuerpo”, me preguntaba cómo el cerebro podría ocupar tanto lugar como el que le adjudican las neurociencias.
Hay un intento por mostrar al cerebro como si fuera una computadora. Sin embargo, pensemos que lo biológico posee una temporalidad que responde a ciclos y ritmos que no tienen nada que ver con la temporalidad lineal del mundo de la física; desde esta perspectiva, lo biológico es mucho más complejo de lo que se lo quiere hacer aparecer.
Dice Benasayag en su libro “que en el lenguaje informático, el azar solo sería un desperfecto, mientras en el mundo biológico, el azar es una variabilidad permanente y constante en el organismo”. Por lo dicho es muy difícil poder seguir comparando el cerebro con una computadora, ya que como vimos usando términos de la física, tienen interfaces diferentes.
Mientras las neurociencias construyen en el imaginario colectivo todo esto, aparece en el horizonte una idea de que llegará el momento en que al ser humano se le implante un chip con su historia clínica, y ante una enfermedad -leída como desperfecto- con el conocimiento previo de su ADN, se pueda operar rápidamente para corregirla.
Quiero aclarar que estoy a favor de todo lo nuevo que nos ayude a vivir mejor, lo que no comparto es este movimiento, es que aparece mediáticamente trasmitido como una certeza.
Digo esto porque que los seres humanos, gracias a Dios, somos otra cosa que esta operación mediática que intentan construir las neurociencias, las que no contemplan que poseemos una energía vital, un espíritu, emociones, sentimientos, que traemos un historia generacional, transgeneracional, deseos concientes e inconcientes que muchas veces nos gobiernan y un mundo interno en donde el orden de lo impredecible pertenece a ese lugar misterioso de la vida y que cada día la hace más apetecible.
*(Prêt-à-porter: significa “listo para llevar” y refiere a las prendas de moda producidas en serie con patrones que se repiten en función de la demanda)