El médico es el profesional que llamamos para que confirme el diagnóstico que previamente nos hemos hecho. Si coincide con nosotros, nos preguntamos para qué lo hemos llamado. Si no coincide, dudamos de su valor. Si nos receta, pensamos que es mejor que el organismo se defienda solo. Si no nos receta, pensamos cómo es que se nos va a pasar la enfermedad.
Cuando nos curamos, nos orgullecemos de nuestra naturaleza. Cuando nos empeoramos, maldecimos de la torpeza del médico.
Si el doctor es joven, decimos que no puede tener experiencia. Si es viejo, que no debe estar “a la page”. Si sabemos que va al teatro, que no se da tiempo para estudiar. Si no sabe nada de teatro, que es un unilateral que desconoce la vida. Si se viste bien, que quiere nuestro dinero para lujos. Si se viste mal, que no trabaja porque no sabe nada.
Si viene varias veces, pensamos que aumenta las visitas para acrecer los honorarios. Si viene discretamente, que abandona el enfermo. Si nos explica lo que tenemos, que quiere sugestionarnos. Si no nos explica, que no nos considera suficientemente inteligentes para entenderlo.
Si nos atiende enseguida, creemos que no tiene clientes. Si nos hace esperar, que no tiene método. Si nos da el diagnóstico de inmediato, que nuestro caso es fácil. Si tarda en dárnoslo, que carece de ojo clínico. Se llama ojo clínico la creencia que convierte a Galeno en Calíbar.
El médico es el máximo pretexto de nuestro disconformismo.
Piolín De Macramé
Libro ¡OH! 1957
Piolín De Macramé o Juan de Garay eran algunos de los seudónimos con que desarrollaba su tarea literaria, el más prestigioso y revolucionario médico pediatra argentino, doctor Florencio Escardó, quien entre otras cosas, cuando obtuvo la jefatura del Servicio de Pediatría de la Casa Cuna, pudo concretar una idea que tenía desde sus tiempos de practicante: permitir que las madres se internasen con sus hijos, para paliar en los niños el dolor producido por la enfermedad. Su concepción sobre la medicina era tan humana que le permitió estudiar homeopatía con el maestro el doctor Tomás Pablo Paschero y durante su gestión como rector de la Facultad de Medicina avaló que se dictara un curso sobre medicina homeopática en el Hospital de Niños.
"Soñar con un mundo nuevo, es empezar a cambiarlo". Creo que como buen pionero en el arte de curar, este habría podido ser su lema.