El Amor, las Hormonas, y las Hormonas del Amor
Hace algunos años en una conferencia, una persona ante una angustia que la aquejaba, manifestaba que a pesar de estar sometida a un tratamiento psicológico, y a su vez al mismo tiempo a un tratamiento homeopático, no podía mejorar un padecimiento que tenía hace años y a mí se me había ocurrido aconsejarle, porque no leía un libro que se llama Reflexiones sobre el Amor cuyo autor es Leo Buscaglia.
Me preguntaba por qué pense en este libro, será simplemente por su contenido o hice una reflexión aún más profunda de esas que salen bien de adentro en donde reconocí en la demanda de esta mujer un pedido de ayuda y la invite a leer un libro, el cual asocio con el buscar y que no es poca cosa, Buscar en el Amor.
Digo esto porque en cuestiones de amor no se busca, sino que se transita por situaciones de encuentro, en este tema no se puede usar el sentido común, porque por otra parte es el menos común de los sentidos.
Me quede, sin embargo, pensando en esa mujer y en lo que significaba de alguna manera la generalización de la QUEJA, y que transitaba por sus cuarenta y pico de años, etapa denominada climatérica en la mujer hasta que pasa a llamarse menopausia que significa un año sin menstruación.
Es durante esta etapa donde se comienzan a registrar los siguientes cambios:
Alteraciones Menstruales
Cambios en el carácter
Cambios en el cuerpo
Calores
Insomnio
Sequedad Vaginal
Alteraciones en la piel
Osteoporosis
Trastornos Cardiovasculares
Sí bien todo este conjunto sintomático descripto entre los ginecólogos por la caída de estrógenos, hormona producida por los ovarios; y comienzan a aparecer esas recetas milagrosas que tienen que ver con la terapia de restitución estrogénica.
La menopausia, una delicada encrucijada:
Tendemos demasiado a identificar la realidad psíquica de un individuo con el momento hormonal de su fisiología. El gran discurso de la vida, sus sutiles adaptaciones, no se reducen sólo a las variaciones exclusivas de la tasa de estrógenos en la mujer. La encrucijada psicológica de la mujer no se inscribe solamente en una ecuación hormonal. Si el cuadro clínico sólo consistiera en reacciones biológicas, lo deshumanizaríamos. La “QUEJA” climatérica es la continuación de una identidad en busca de un nuevo nivel de adaptación.
Ante la menopausia existen los activistas y los sabios; los primeros se dirigen hacia una estrogenoterapia, en vistas de una sociedad sin tercera edad, los segundos son unos defensores de la abstención terapéutica. Hay que saber individualizar cada caso y preferir una farmacología infinitesimal que puede traer un bienestar análogo y sin riesgos.
Las etapas del cuerpo femenino son propicias a períodos psicopatológicos, a desposeción, de final de contrato sexual, desencanto emocional, paralelo a la modificación de la imagen corporal. Coincide con un menor interés por parte de la pareja; es el momento de las rivalidades, de las competencias con las nuevas generaciones: hay que defender su posición en una sociedad que privilegia a la juventud.
En un 20% de los casos, la menopausia es muda y apacible, resume una situación complaciente, donde los afectos profundos toman el lugar de los impulsos eróticos disminuidos. Es la imagen de una vida lograda en todos sus aspectos; lazos familiares o sociales de buena calidad. En los demás casos se pueden distinguir dos cuadros de reacción distintos:
El retorno de la actividad: “Más allá de este límite su billete ya no es válido” (R. Gary), y antes de que se cierren las puertas, en el crepúsculo de la procreación, la mujer empezará a ser muy dinámica, a quemar sus posibilidades creadoras. Es el éxito de las mujeres redondas, potentes que rivalizan en el derecho, en los asuntos con el sexo opuesto y en el objetivo de una consagración material. La exteriorización también puede desplazarse hacia el activismo religioso, sindical o político.
El repliegue depresivo: es, después de los bochornos, el trastorno climatérico más importante. Domina el sentimiento de la inutilidad: es un futuro retrasado, regresivo, lleno de “melancolía y de angustia”; la mujer siente una pesada incapacidad entre los problemas cotidianos. La trama constitucional puede orientar hacia la estabilidad, o correr hacia el riesgo.
La mujer Carbónica aspira a una menopausia equilibrada, sin choques, dominada por el enriquecimiento material. Su consecuencia económica se traducirá en que irá engordando, y sufrirá de una astenia psíquica, que coincide con una hipertensión arterial moderada. Sulfur desempeña un papel importante en los bochornos, las cefaleas, los sudores nocturnos, que irá coincidiendo con una inflamación venosa y picores vulvares o cutáneos.
La mujer Fosfórica es una mujer vacilante, inestable, que se preocupa rápidamente por las marcas del envejecimiento corporal, lo que desencadena la carrera en los cuidados de la cara y del cuerpo. La mujer Fluórica alterna el activismo con el descorazamiento; como Lachesis, se anima al atardecer y se desespera al amanecer. Es el desbordamiento social o la preocupación angustiada; la tristeza de la mañana será reemplazada por la euforia verbal de la tarde, donde beberá mucho alcohol. Según las influencias sociales, multiplicará las experiencias amorosas o caerá en el alcoholismo como para dar un último resplandor... Los paroxismos circulatorios de la menopausia ayudarán a la inestabilidad del comportamiento.
Reguladores en segundo término, Lachesis, Chamomilla e Ignatia son maravillosos auxiliares. El primero calmará los ataques cerebrales congestivos, los ataques de agresividad con tono provocador y vocabulario grosero (sobre todo en las bebedoras de café). El segundo, Ignatia, modera la inestabilidad neurovegetativa, los trastornos del corazón, acompañados de sensación de bola en la garganta, de suspiros prolongados y de migrañas a la menor excitación (“el clavo” de Ignatia).
La depreciación hipocondríaca, la interrogación continua y nerviosa del cuerpo se instalan en Thuya. Es el momento en que la depreciación del aparato genital abre el camino a numerosas inquietudes: fobias por improbable embarazo, cancerofobia en torno al útero, este órgano interno, escondido, cuya enfermedad va a alcanzar a amigas, a contemporáneas (luto por cáncer). A menudo inhibida, pasiva en el plano afectivo, Thuya dará una potente tonalidad afectiva a todas sus emociones. Se hunde en una ansiedad de anticipación y una excitación negativa. El estado melancólico lleva la marca de un dolor moral, pesado y mudo. Nace por una simple reacción al medio (luto, boda o compromiso de uno de sus hijos; infidelidad, real o sospechada, del marido).
Sepia es la campeona de la menopausia melancólica. Se trata de una indiferencia causada por un agotamiento hormonal, acompañada de atonía de las mucosas, de los sentidos y de la afectividad, a menudo agravado por un estado colibacilar que debilita la memoria y empeora la psicastenia. El relajamiento de los tejidos de sostén, la desecación de la epidermis forman parte de este estado deficitario, que se expresa por medio de un repliegue silencioso. Con Causticum, la carencia hormonal de la menopausia despertará un estado reumático, que asociará rigidez física con rigidez psíquica.
Con Natrum Mur y Conium, la desecación de las mucosas se traducirá por unos estados de agotamiento, de retracción, de incomunicabilidad, verdadero estado crepuscular: la mujer huye o se aísla, como si el telón de la vida estuviera definitivamente cerrado.
Habría que añadir, a la excitación activa de la microcirculación durante la menopausia, los trastornos psicosexuales.
Este activismo cerebral alimenta los celos, la superactividad cerebral, excita la imaginación, la interpretación errónea, cubriendo al otro con un “halo mental” de desconfianza: Or, Platina, que actúan sobre los vasos cerebrales y los “venenos de serpiente”, como Lachesis, son mucho más que una pura acción simbólica...
El período de la menopausia no presenta una especificidad hormonal estricta: las relaciones entre el estado emocional y el sistema endocrino están dominadas, según Bleuler, por la personalidad única de un individuo que divide su psiquismo entre las influencias anteriores y sus impregnaciones presentes.
Más allá del agotamiento del psiquismo y de los epitelios, encontramos al ser humano, que pierde su elasticidad enfrentándose al estrés y a las rebeliones; ¡y entonces nos damos cuenta de que es en el eslabón más bajo de la escala infinitesimal donde se sitúan las más rehabilitaciones terapéuticas humanas!