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Los tiempos de la pausa

Tomaba un curso, hace muchos años, cuando un excelente profesor de nuestra escuela mostraba gran preocupación a la par que buscaba una lapicera que decía haber perdido. Mientras esto sucedía se le acercó un alumno a ofrecerle ayuda:

-Profesor, ¿está seguro de haberla perdido en este lugar? ¡Con la luz que hay, la encontraríamos rápidamente!
-En realidad la perdí allí -y señala debajo del escritorio donde no se ve nada.
El alumno, desorientado, le pregunta: -Entonces… ¿Por qué buscamos aquí?
-Simplemente porque aquí hay luz.

Esta pequeña historia parece ser una metáfora de lo que sucede en tiempos donde uno padece de algo difícil de jerarquizar y es la oscuridad la que predomina o domina nuestra cotidianeidad. Son tiempos donde deshabitamos nuestra propia historia y es la historia de nuestra historia que se presentifica y nos delata la pérdida de la relación del espacio - tiempo de nuestra identidad y por lo tanto, de la salud.

Esto es algo que pasa con frecuencia en la clínica diaria; buscamos en la conciencia explicaciones que pertenecen a cuestiones de otro orden que podríamos llamar inconciente (psicológico o biológico, da igual). Para dar un sencillo ejemplo de lo que refiero, podemos pensar en aquellos pacientes que se presentan en la consulta con cansancio, sin ganas de hacer nada desde hace tiempo… Los médicos realizamos un chequeo clínico con los diversos exámenes de laboratorio y una vez que verificamos que no tiene ningún problema clínico comenzamos a pensar si lo derivamos al psicólogo o al psiquiatra y aparece la pregunta “¿Será tal vez Stress?”

Pero en realidad, ¿qué significa esa oscuridad que el paciente llama cansancio?

Ese paciente que lleva mucho tiempo sin encontrar la dirección de su vida, recibe de la medicina una etiqueta, un encuadre en alguna patología, y construimos la ilusión de que de esa manera podremos ayudarlo. Pero tal vez no sea ese el camino, sino hacer una pausa, recuperar la escucha que jerarquizó a los grandes semiólogos que dio nuestra medicina, quienes tenían el arte de prestar la oreja al paciente y lo escuchaban. Recuperar la sensibilidad y la presencia en la consulta, que tantas veces hoy parece haber desaparecido, dilatar, al menos, los rótulos de moda, como por ejemplo “Stress” e indagar acerca de qué llevó al paciente a estar como está. ¿Será todo stress? ¿O ese stress tiene un Sentido, otro sentido?.

Cuántos de nosotros durante nuestra infancia, cuando nos perdíamos por alguna razón en alguna plaza o jardín, sabíamos que la indicación de nuestros padres era quedarnos quietos hasta que alguien nos encontrara. Posiblemente, la razón de que nuestra biología indique quedarse quieto tiene un profundo sentido y es volver a encontrar el rumbo de nuestro camino, es volver a orientarnos.

El quedarse quieto en un momento de la vida, aunque parezca paradójico o contradictorio, produce un movimiento que en un primer instante tiende a una desorientación. Sin embargo, en un segundo tiempo, aparece nuevamente la conexión con nuestra propia historia, la que tiende el puente a que se produzca una luz en nuestro camino. Este es el tiempo del acompañamiento, del compromiso médico con nuestros pacientes.

Esta reflexión no pretende ser una crítica sino una nueva posibilidad para pensar nuestro quehacer de la clínica médica homeopática para los tiempos que corren, y el tema no es correr sino ayudar al paciente a que recupere sus propios tiempos.

Dr. Sergio Rozenholc

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