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Artículo 53

Ferrum Metalicum, la historia de una amigo de "fierro"

Cuando me acerqué a este medicamento por primera vez durante mis primeros años, los grandes maestros trasmitían una imagen del mismo, como un personaje autoritario, dogmático, dictador, que se irritaba ante la contradicción ya que era vehemente, de cólera fácil y peleador.

Entre otras características del paciente Ferrum, encontrábamos un personaje orgulloso, arrogante, que tenía aversión a la compañía y a sus amigos. La patogenesia del medicamento habla de sentimiento de culpa, como si hubiera hecho algo malo o como si hubiese cometido un crimen. Son personas que temen al daño, a la desgracia y a la apoplejía. Entre los sueños recurrentes, se presentan aquellos con batallas y con grandes amigos.

Ahora bien, ante los nuevos aportes del Dr. Jan Sholten tuve la posibilidad de tener una nueva lectura del medicamento: Sienten que tienen que perseverar en su trabajo. La palabra “firmes” lo dice todo. No ceden, son valientes, fuertes, tenaces, rectos y precisos. Siguen adelante a pesar de todo, sin importar la dificultad de la tarea. Creen que tienen que posicionarse respecto de algo, preparase para ello y no rendirse, sino continuar con sus planes. Transmiten la imagen de ser muy decididos, no dudar ni un momento.

Aunque parecen poderosos, no es el poder en sí mismos lo que buscan, sino la determinación de que el trabajo debe hacerse como es debido. Vemos este tema en expresiones como “férrea disciplina”.

Quieren que los frutos de su trabajo perduren mucho tiempo. Su labor tiene que poder soportar algunos reveses, como deberían hacer ellos. Tienen dos criterios: debe perdurar y debe ser útil.

La idea de lo laboral se constituye como algo muy pesado. Es como si tuvieran que utilizar fuerza real para realizar el trabajo. Se dedican a profesiones exigentes, tanto físicamente, como mentalmente. Suele ser habitual encontrarlos en el ejército, como soldados profesionales.

Para realizar su tarea adecuadamente, tienen que hacerlo de una forma ordenada. Es descomunal, y la única forma de realizarla es ser muy metódico. Son grandes organizadores y no soportan el caos ni la falta de cuidado.

Muy susceptibles a las críticas, las consideran una forma directa de oposición y los enfadan mucho. Tienen que desempeñar su tarea y no tienen tiempo para ese tipo de distracciones que no les dejan concentrarse en su trabajo. Los irrita cualquier tipo de control, comentario crítico, o cualquier persona o cosa que se interponga en su camino, así como el caos y el ruido, y hasta los sonidos más leves como el ruido de papeles.

Incluso las críticas más suaves les hacen sentirse como si hubieran recibido un duro golpe. También tienen un miedo físico a los golpes o a los accidentes. Por lo general, han vivido una infancia en la que su padre solía pegarles con fuerza para infundirles algun tipo de disciplina.

Pueden tener sensación de que están a punto de prescindir de ellos, de que perderán su posición si no dan lo mejor de sí. Es como si tuvieran que ganarse su puesto. No es algo que merezcan automáticamente. Suelen sentir que las personas no “están respetando sus límites”, y eso los enfada mucho.

Para ejemplificar el tema voy a contar una historia que comienza hace algunos años cuando estaba realizando una visita de cortesía a un amigo de la familia, un hombre de 75 años de edad que estaba enfermo, aquejado de una enfermedad grave de su vejiga (CA) y por lo que en ese momento, recibía sesiones radioactivas prescriptas por su oncólogo. Le faltaban algunas sesiones para terminar el mismo. No suelo entrometerme en el tratamiento ajeno ya que lo considero una cuestión muy delicada y sobre todos si son amigos o familiares, creo que éticamente no corresponde. El tema es que al llegar a su casa, lo veo muy desmejorado y decido preguntar un poco más acerca de su padecimiento y el tipo de terapéutica que está realizando y le sugiero que hable de inmediato con su médico ya que no creo que tolere las siguientes sesiones de radioterapia. Esta actitud, de la cual no me arrepiento, la llevé a cabo por una cuestión meramente humanitaria ya que no creo en los protocolos que muchas veces lleva adelante la medicina, sin tener en cuenta el paciente.

Él considera que mi sugerencia es correcta, habla con el médico y de común acuerdo suspende el tratamiento. El privilegio de conocerlo y haber compartido momentos en donde hablamos de muchas cuestiones de la vida me permitió tal vez entender un poco más sus sufrimientos. Por esos tiempos, siempre me hablaba de la historia de trabajo y de sus amigos (que hasta los veía en sueños recurrentes) y abundaba en la cantidad de anécdotas que tenía en su paso por los diferentes trabajos que le tocó hacer. Vivió muchos años alejado de su Italia natal.

El estado de mi amigo, luego de la suspensión de la radioterapia era delicado. Tenía un hematocrito muy bajo y algunas hemorragias rectales importantes. La pregunta que me surgía era si el preocupante estado de salud era ahora por la falta de glóbulos rojos, y el tema era saber si la misma era por la radioterapia y la quimioterapia que había sufrido o su enfermedad de base se había reactivado y ya no los producía (presumía que podía estar cursando una aplasia medular).

El médico oncólogo tratante le dijo, luego de la última consulta, que no tenía rastros del cáncer pero su estado general era de mucha debilidad posiblemente causado por el procedimiento médico al que se había sometido. Mi amigo estaba muy agradecido por mi intervención y dado que lo veía muy débil y sospechaba las causas de su dolencia actual, volví a sugerir si me permitiría que le indicara una medicación homeopática ya que intuía una aplasia medular. Lo interesante es que si bien lo conozco, para poder elegir su medicación solo tuve que acudir al recuerdo de cuáles eran las charlas que solíamos tener, y en ese momento recordé que él siempre hablaba de su trabajo, al que se había entregado con mucha responsabilidad y devoción y la lucha que había tenido a lo largo de su vida para lograr una situación a la que hoy él considera de privilegio económico. En cada uno de nuestros encuentros me relataba cómo había sido su llegada como inmigrante a nuestro país y lo difícil que habían los primeros años de trabajo.

A partir de esta historia me tomé el atrevimiento y le sugerí que comprara Ferrum Metalicum, lo que permitió seguir una muy buena evolución hasta el día de hoy que sigue bien. Recuperó los valores normales de los hematocritos dentro de los parámetros esperables, si bien es cierto que todavía tiene hemorragias rectales leves como consecuencia de su tratamiento oncológico. La medicina homeopática le permitió hasta el día de hoy preservar su vida, con el lema de "si no puedes curar, preservar sin dañar y mantener la calidad de vida, lo vale".

Dr. Sergio Rozenholc

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