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Artículo 42

El trauma y lo traumático

Vamos a hablar de este concepto, un poco ambivalente, que se presenta según la óptica con que se lo mire.

Si recurrimos al Diccionario de la Real Academia Española, al trauma se lo define como un choque emocional que deja una impresión duradera en el subconsciente. Traumático deriva de traumatismo y traumatismo significa acción de herir producida por un agente externo.

Si consultamos el Diccionario Etimológico de Corominas, “trauma” significa herida y a su vez, aparecen varios términos como traumatismo, traumático, través, travesear, travesura, travieso, traza, trazado, y trazar.

Es interesante seguir esta línea ya que “trazar”, Corominas la define justamente como tirar una línea, y dice que es una voz común a todas las lenguas románticas salvo el rumano.

El tema en Freud reviste peculiaridades más que interesantes ya que comienza usando en relación a esto, el término extrañeza, y considera que si bien hay sorpresa en esta situación, lo que predomina es la extrañeza.

Más adelante en su obra, en una cita dice que el trauma no es algo extraño que se enquista, sino algo familiar que se ha vuelto extraño en el encuentro con un acontecimiento externo. Es ahí donde comienza la confusión que produce el ligar el trauma con lo exterior y separarlo de la fantasía.

Para seguir con Freud, pensemos que a lo largo de su teoría describió dos tópicas:

Inconciente-Preconciente-Conciente

Ello-Yo-Superyo

En la primera tópica hace referencia al trauma como lo que está ligado y desligado, ya que las palabras están ligadas a ciertos afectos, muchos de los cuales eran recuerdos penosos con connotaciones sexuales

En la segunda tópica hablará de trauma como una herida, a lo que en la actualidad definimos como autoestima.

Para explicarlo en forma sencilla, cuando Freud habla de trauma, se refiere primero a una cuestión amorosa, a la imagen, luego se refiere a un accidente y por último se refiere a la guerra. Posiblemente se pueda considerar una tercera tópica, la dinámica, pero prefiero solo nombrarla en este momento y dejar saber que existe.

Pero vamos a ir acercándonos a qué fuerza se mueve, una fuerza que parece ser una energía tan poderosa que, cuando se produce un trauma en el ser humano que resulta capaz de enfrentarnos a lo que percibimos como lo ineludible (una amenaza), tanto los humanos como los animales utilizamos una respuesta de inmovilización o congelación.

Ahora bien, los síntomas causados por el suceso que los desencadena son la consecuencia del residuo de energía congelada que no ha sido resuelta ni descargada, esta energía permanece atrapada y es capaz de provocar estragos en nuestro cuerpo y nuestra alma.

Hay un trabajo excelente escrito por el Dr. Peter Levine que se llama “Curar el trauma”. En él describe que para poder transitar a través del trauma, necesitamos una tranquilidad y una protección similar a la que recibió el pájaro a través del suave calor de las manos del niño. Esta metáfora sirve para destacar el rol que juega la contención en pacientes que hayan pasado por una situación de trauma.

Existen cuatro componentes y que son el núcleo de la reacción traumática que estarán siempre presentes y estas son: 1) hiperexcitación, 2) constricción, 3) disociación , 4) congelación.

La hiperexcitación es la respuesta del sistema nervioso a la amenaza, ya sea interna, externa, real o imaginaria.

La constricción es la que altera la respiración, el tono muscular, o sea, pone en marcha todo un mecanismo de hipervigilancia.

La disociación parece ser un medio favorable para capacitar a la persona a fin de que pueda soportar experiencias que, en ese momento, resultan insoportables, como por ejemplo una violación, un accidente de auto, etc.

Y por último, la respuesta de congelación o de impotencia es la respuesta más próxima a lo biológico ya que pone en marcha los mecanismos de funcionamiento más primitivos. Pensemos en el animal cuando está en peligro de muerte, esta es su principal artimaña y la pone en funcionamiento como mecanismo de supervivencia.

El trauma amplifica y evoca la expansión y contracción de la psique, del cuerpo y del alma.

Dicho todo esto, me voy ahora a referir a lo traumático específicamente, tirando una línea que una la situación de extrañeza que describe Freud y la energía que los seres humanos recibimos a través de los mecanismos hereditarios, no descifrada, tal vez congelada, que han portado varias generaciones. La describe bien el célebre psicólogo alemán especialista en constelaciones familiares, Bert Hellinger, quien dice que cuando el sujeto se cruza con un hecho inesperado, angustiante, dramático, actual, pone en marcha toda esa envestidura arcaica, y pareciera como un cruce de generaciones inesperado que se produce en ese instante, en el momento de registrarse el hecho traumático

Ancelin Schutzenberger es una profesora francesa de Psicología, que en su libro “Ay, mis ancestros” sostiene que situaciones traumáticas suelen repetirse en varias generaciones hasta con idéntico día y horario, si no se puede resolver el mecanismo desencadenante de la situación. Muchas de estas situaciones encierran secretos familiares, pactos de familia, estafas entre parientes, situaciones incestuosas no resueltas, etc.

Este es un concepto que la medicina homeopática tiene muy claro a través de lo que dio en llamar herencia miasmática ya que en el tratamiento a pacientes que han padecido un hecho traumático en algún momento de su vida, durante el tratamiento reaparecen síntomas de aquel momento, mucho más atenuados y con representaciones psíquicas muchas veces transformadas y pasibles de ser identificadas y reordenadas como una energía creativa, con un nuevo sentido en la vida del paciente.

El presente trabajo es una síntesis de un trabajo a presentar en un Simposio Internacional en octubre de 2005.

Dr. Sergio Rozenholc

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