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Artículo 107

Nota Para un Cuento Fantástico

En Wisconsin o en Texas o en Alabama los chicos juegan a la guerra y los dos bandos son el Norte y el Sur. Yo sé (todos saben) que la derrota tiene una dignidad que la ruidosa victoria no merece, pero también sé imaginar que ese juego, que abarca más de un siglo y un continente, descubrirá algún día el arte divino de destejer el tiempo o, como dijo Pietro Damiano, de modificar el pasado.

Si ello acontece, si en el discurso de los largos juegos el Sur humilla al Norte, el hoy gravitará sobre el ayer y los hombres de Lee serán vencedores en Gettysburg en los primeros días de julio de 1863 y la mano de Donne podrá dar fin a su poema sobre las transmigraciones de un alma y el viejo hidalgo Alonso Quijano conocerá el amor de Dulcinea y los ocho mil sajones de Hastings derrotarán a los normandos, como antes derrotaron a los noruegos, y Pitágoras no reconocerá en un pórtico de Argos el escudo que usó cuando era Euforbo.

Jorge Luis Borges

El domingo pasado le vi la cara a Messi y recordé esta historia maravillosa de Borges, en la que hablaba con una profundidad del tema de la derrota, que jamás me imaginé. De pronto, comprendí que ya no era Messi, sino que todos éramos Messi. Esto me pasó a mí, a vos, a tantos, en nuestras vidas… De una u otra manera sentí que para seguir adelante, todos hacíamos lo mismo: tirábamos el pasado, una vez aceptada la derrota o frustración, y con esto destejíamos el tiempo y lo resignificábamos para podernos transformar en caminantes de la vida, y con un destello, ver, la transmigración de nuestra propia alma.

Dr. Sergio Rozenholc

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